Poema

 

 

 

Cómo olvidarte si llenaste mi infancia de aventuras y de sueños.

Sobre la mesa, un mundo de fantasías enriquecía nuestras tardes.

 

La Sombra, Tarzán, el Llanero Solitario, los tres Mosqueteros y el

indio Patoruzú, fueron nuestros héroes cotidianos en los días felices

de mi niñez.

 

Nos asomamos a la risa con las primeras fotos de Carlitos Chaplin;

y a la envidiable gloria de nuestros ídolos deportivos.

 

Sin darnos cuenta, el Titbis, el Billiken, D'artagnan y el Gráfico fueron

la puerta abierta al descubrimiento de selvas, ríos fantásticos, bosques

y territorios de hazañas y aventuras. Y nos asombró el Africa profunda

en el imaginario de las minas del Rey Salomón.

 

Sin darme cuenta comencé a descubrir los difíciles laberintos de la historia,

al abrir aquel libro dejado como al descuido, por la Tía Ema.

 

Bajo su rigurosa mirada, aprendí en aquellas tardes a querer la lectura

que nos abría la mente a la reflexión y el primer conocimiento de mundos

tan lejanos a nuestros simples y felices juegos de nuestra infancia.

 

Muchos años después recién comprendimos que bajo aquella mirada adusta,

guardaba un enorme corazón hacia los niños y la infancia, más allá de

su obra sarmientina.

 

Gracias tía Ema, porque si la Escuela me daba el sustento elemental,

tu biblioteca iluminaba mi espíritu; me enseñó a amar la lectura y enriqueció

nuestras vidas.

Y casi sin darme cuenta, aprendí a balbucear la palabra ciencia, que nos

alejaba de la metafísica de los infiernos.

Y el Avanti de Almafuerte me grabó aquello de "no te des por vencido

ni aún vencido".

 

Tu biblioteca, humilde y provinciana, está todavía hoy, entre los recuerdos

más felices de mi infancia.

 

La calle del hogar paterno y de largas jornadas de pelota de trapo, fue otra,

desde que entramos, pequeños, a la primera sala de la Biblioteca.

 

 

Buenos Aires, Noviembre de 2008.

Carlos “Tito” Ceballos