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El Sitio de La Rioja
28 de Mayo de 1862
César Reyes publicó en febrero de 1916 un trabajo editado por los Talleres tipográficos de Pedro Giraud (que estaba en la calle B. Mitre, hoy San Nicolás, al frente del Colegio Nacional).
Dice que va a historiar “el sitio que la montonera a las órdenes del general Angel Vicente Peñaloza y de su segundo ‘el gaucho malo’ de San Luis, Juan Gregorio Puebla, puso a la ciudad de La Rioja el 28 de Mayo de 1862”. Dice César Reyes que se habrá de referir “a la narración que de ese hecho me hace por carta y a mi pedido un testigo ocular y militante en el sitio, único sobreviviente, de este carácter, a los que combatieron en esa ocasión, quien es un anciano septuagenario, don Fermín A. de la Colina; a la par también que baso este escrito en documentos de otros testigos presenciales ya fallecidos, documentos que fueron enviados a mi señor padre a requerimiento de este para su “Bosquejo Histórico de la Rioja”, y que obran en su archivo, que conservo.”
Fermín A. de la Colina era casado con Elvira Reyes, hermana de Marcelino Reyes. Entre sus fuentes dice “tal cual han sido mis conversaciones con mi señora madre, con doña Manuelita Luna, con el doctor Florentino de la Colina, con el doctor Salvador de la Colina”. Mercedes Vallejo su madre, era muy niña cuando el sitio, lo mismo que Clementina Alvarez de Leiva, riojana residente en Córdoba, entrevistada sobre los hechos, y otros datos referidos por el doctor Félix Luna y Jacinto Rincón.
La reseña histórica de Reyes sigue el relato de su tío, Fermín de la Colina pero el mismo es confrontado con numerosas referencias, particularmente las realizadas por militares que tuvieron participación directa en ese momento y posteriormente, que se refieren a los hechos acaecidos durante los nueve días que duró el sitio.
Contiene información sobre la alimentación de las familias sitiadas y anécdotas sobre la situación en la Iglesia Matríz donde se refugiaron las mujeres y los niños; particularmente la referida a la actitud del entonces gobernador Villafañe. Donde estaba la Estación del ferrocarril eran terrenos de Carlota Ortíz de Vallejo, se llamaba la Chacarita y fueron expropiados para dicha Estación, y contigua a ella otros terrenos llamados La Hermita, desde donde se trajeron algunos alimentos para la Iglesia Matriz (frutas, verduras, cabritos, choclos, etc.) en salidas nocturnas de soldados.
Destacamos la mención de Reyes sobre los “ciudadanos que tomaron un fusil para defender sus hogares, se encontraban los siguientes, que cumplimos con el deber de mencionarlos: Manuel Vicente Bustos, Fermín A. de la Colina, Natal Luna, (aquel a quien Irrazábal remitiera la oreja mutilada al Chacho Peñaloza) Pedro A. Bazán, Dámaso A. Mendoza, Jacinto Rincón, Carmelo Valdéz, Justo Ascoeta, Francisco Agüero, Martín Silva, Gregorio Vera, Ramón del Moral, Baltazar Torres, Luis Brandán, Cirilo Montaña, José David Gómez, Miguel G. Torres, Tomás María Santa Ana, Estanislao Herrera, Romualdo Melendez, Daniel Ozán, Aurelio Carreño, Angel M. Colina”. Y elogia el rol de Bustos: “la acción del Comandante improvisado Manuel Vicente Bustos, y la del Coronel don Tristán B. Dávila fueron heroicas, principalmente del primero, hombre de un valor a toda prueba; Bustos dirigía, después de ser baleado Arredondo, el cuerpo de guardias nacionales y principalmente el cantón de en frente de la iglesia Matríz, en la esquina, su casa, sin perjuicio de atender en los cuatro puntos de la plaza, o en el lugar más comprometido por los asaltantes.”
La Guardia Nacional en La Rioja estaba bajo el comando del general Arredondo, emisario de Paunero encargado por Mitre en la persecución del Chacho Peñaloza. Se publica una carta del general Arredondo a Marcelino Reyes aclarando puntos de las fuerzas que defendían la plaza. “El número de las fuerzas mencionadas que quedaron conmigo, era aproximadamente 60 hombres y no las mandaba el capitán Meyer porque había muerto 20 o 30 días antes en San Antonio. Las mandaba como Teniente, Bernal. La 2ª compañía que fue de Catamarca a reforzarnos, tenía 80 hombres. Después de herido, entregué el mando al Coronel Dávila.”
Armando Bazán escribe sobre el Sitio:
“Arredondo entró en la capital el 29 de marzo con 250 infantes y 110 plazas de caballería. Su primera medida fue convocar una reunión de vecinos para elegir nuevo gobernador delegado, cargo para el cual fue designado Nicolás Carrizo. Hecho ello, reclamóse la presencia de Villafañe, refugiado en el campamento de Rivas. Los montoneros Severo Chumbita y Carlos Angel, desde el norte y el oeste, controlaban las comunicaciones e interceptaban la correspondencia. Queriendo conjurar la amenaza, desprendió hacia Arauco al mayor Carlos Lezica, con una compañía de infantes y alguna caballería. La acción estaba dirigida contra Chumbita y concretó un tipo de represión que sembró el terror en las poblaciones.” (Quema de ranchos de los pobladores)
“El 10 de abril regresó a la ciudad el gobernador propietario, quien nombró de ministro a Carrizo. Mientras la montonera rondaba cerca de la capital. En ella había quedado una corta guarnición, ya que Arredondo envió una compañía de 60 hombres al mando del capitán Julio campos a Catamarca a sostener al gobernador Omil.
En la madrugada del 28 de mayo lo soldados de vigilancia fueron sorprendidos por partidas enemigas. Arredondo enfrentó a dos columnas de caballería que convergían sobre la plaza. Los atacantes sumaban 200 o 300 hombres. Después de una hora de lucha se retiraron dejando algunos muertos y heridos. Por espacio de 9 días se prolongaría un asedio formal a la ciudad con fuerzas que mandaban Carlos Angel y Juan Gregorio Puebla. La defensa fue organizada convenientemente por Arredondo, quien tuvo la colaboración del comandante de armas Tristán Dávila y el ex gobernador Manuel Vicente bustos, que reveló en esos momentos un temple excepcional. Se formaron cantones y trincheras en torno de las cuatro manzanas que rodeaban la plaza. El 2 de junio se produjo el momento de mayor peligro. Las penurias soportadas durante días que parecían interminables, el hambre la sed, ablandaron el espíritu de resistencia. Felizmente la llegada del capitán Julio Campos desde Catamarca cambió la situación que se hacía ya desesperante. El sitio quedó así levantado con gran alivio de la población.”
Las acciones de Angel y Puebla mostraban la táctica guerrillera de la montonera, que hostigaba y se replegaba, logrando con esas acciones, proveerse de recursos mediante el saqueo y la captura de caballadas y vacas si las había. Al frente tenían milicias de línea, organizadas y con buen poder de fuego como se demostró en la acción de Julio Campos, que chocó con la montonera a la entrada a la capital con menor número de infantes que la tropa montonera. La cifra que indica Fermín de la Colina a Reyes de 700 o más es totalmente exagerada.
En esos días Rivas al frente de 440 guardias nacionales perseguía al Chacho que llegó hasta la frontera con San Luis. El coronel Iseas quiso interceptarlo en un paraje denominado Casas Viejas pero fue derrotado por El Chacho que quedó dominando todo el norte de San Luis. En poco tiempo llegó a reunir 2.000 hombres. Su perseguidor Rivas estaba a muchas leguas de distancia. (Bazán)
Escribe Reyes que el Coronel Julio Campos (Teniente en tiempos del sitio) que después fue gobernador de La Rioja, estaba al frente de la fuerza que vino de Catamarca; y ya había muerto en 1890, pero su hermano Luis María Campos (una avenida de Bs.As. tiene su nombre) fue quien le refirió a Reyes más información (de segunda mano) sobre aquel sitio.
El relato de César Reyes incursiona en comentarios propios de su manera de ver los hechos de la política como se sabe por el libro de Cáceres Freire y de su libro Nuevas y Viejas Rutas. Y dice:
“Me refiere el Dr. Félix Luna, actual miembro del Superior Tribunal de Justicia, de la edad de don Fermín, más o menos como de 75 años, que el gobernador Villafañe, el del sitio, poco antes de este episodio, siendo gobernador y respondiendo a la Confederación o a Urquiza en guerra con Buenos Aires, contra Mitre, inmediatamente de vencer éste en Pavón, se pronunció por el nuevo régimen triunfante, cambiando así instantáneamente de política…”El gobernador Villafañe no obstante su cambio de política no pudo sostenerse y renunció poco después.”
Rescatamos algunas referencia de El Sitio …. que reflejan algunos aspectos de la ciudad y de la gente de ese momento.
Frente a la amenaza de los sitiadores de degüello y violaciones, discrepando con Fermín de la Colina, dice César Reyes: “Se ve pues que la montonera intentó primero tomar por asalto a la ciudad, y que fracasando de ese intento debido a la oposición de Arredondo con las fuerzas del 6 de Línea, pusieron el sitio –la primera jornada estaba pues ganada por el bravo Arredondo y compañía del 6 de línea- No obstante, lo que expresa aquí don Fermín de la Colina, parece que la montonera respetaba el honor de las damas, según informes auténticos de mujeres; también hace unos días se expresaba así el doctor Gaspar N. Gómez, que conoció montoneras, en presencia de don Fermín, quien no lo contradijo, lo que no perdonaban era el saqueo y vida de los hombres.”
Más como digo antes, no era posible dispersarlos, ni tampoco batirlos a campo razo por el ínfimo número de nuestras fuerzas a la de ellos, de modo que aunque se les desalojaba de la ciudad, se rehacían a las orillas y se adueñaban de todos los recursos de sustento, sin que los sitiados tuvieran medio alguno de alimentarse estando bajo de ligeras trincheras que se improvisaron. Me refiere doña Manuelita Luna que las trincheras las hicieron echando arena dentro de barricas que sacaban de la casa de negocio de su hermano Natal y de la otra casa de negocios que había de ‘Bazán y Luna`(Domingo). Esos tres señores, don Antonio Blanco y don Paciente Soaje (a éste yo conocí) fueron los únicos comerciantes que había en La Rioja por esos años.
El honor de las matronas y damas estaba amenazado de ser entregado a las turbas sitiadoras, por lo que todas las familias de clase abandonaron sus hogares y ganaron los templos. Difícil es pintar el cuadro con que herían el corazón humano, después de algunos días de esta situación, el clamoreo de los niños y ancianos de las familias encerradas en los templos demandando alimentos!”. Y agrega: “No fue tanto la falta de alimento, cuando el doctor Salvador de la Colina que estuvo en el templo y era niño me informa no faltó mucho sino el miedo, lo que hacía temblar.”
En otro pasaje Cesar Reyes habla de sus parientes, los Vallejo, que figuran en diversos tramos de la historia riojana (Ver Cronología histórica).Por él sabemos que su abuelo (materno) era Severo Vallejo y había muerto poco antes del Sitio. Severo y Gamaliel Vallejo (niños cuando el sitio) eran hermanos de Mercedes Vallejo Ortiz, madre de César Reyes. Todos hijos de Carlota Ortíz de Vallejo. Menciona a Benigno Vallejo, doctor, residente en Tucumán. En otro pasaje escribe: SCHINCAL, se llama así una quinta que fue de don Aurelio Vallejo, mi tío abuelo materno, hoy de sus herederos situada en el extremo Sud-oeste de La Rioja. Por ese punto no se corría gran riesgo porque la montonera precisamente estaba situada en dirección opuesta hacia el Nor-este.
Un poco más aquí, está la quinta de este nombre que el Schincal, en la misma dirección; hoy es conocida con el nombre de ‘la cuadra de doña Rosa’ (Vallejo) tía abuela también mía.
Dice en otro pasaje: “Me refiere mi madre que por los fondos de su casa, que da a la plaza (actualmente al lado de la casa está el Hotel del señor Loumagne) los montoneros venían entrando, y no hubiera quien los atajara – eran mujeres todas – si en esos momentos retrocedieron los del asalto por las esquinas al ser rechazados. La casa era de mi abuela tiene un gran fondo de media cuadra; habían saltado una murallita que dividía con la casa del señor Tomás Vera y penetrado por esos fondos. Como la casa de mi abuela, así eran todas –y aún hoy mismo- sin seguridad alguna –tapias de un metro y medio de alto, o cercos de ramas, las dividían entonces; y actualmente no digamos mucho, existen cercos de rama. Bernal al pasar por frente de la casa de mi abuela y por esa acera fue preguntado por ésta que abrió un poco la puerta, sobre el estado de la situación, y él para tranquilizar, con sangre fría, en esos momentos angustiosos en que ya caía la plaza, agitado y colorado como iba por el trote continuado al toque de LA CARGA que hacía el tamborero que lo seguía, le contestó que no había nada, que a todo iba bien –siguiendo la marcha al trote sin detenerse, y cerrándose la puerta – a rezar!, no obstante, que comprendían la situación. En Córdoba, me contó este mismo episodio, igual a lo referido por mi madre, Clementina Alvarez de Leiva que se encontraba siendo niña en casa de mi abuela ese día guarecida.”
Otra de las anécdotas más “risueñas” contadas en El Sitio, se refiere a la actitud del gobernador Domingo Antonio Villafañe: “éste se escondió en la Iglesia Matriz detrás de un santo; su hija Restituta, que estaba allí como todas las mujeres de la ciudad le dijo, textual: ‘tatita, póngase bien que le está pareciendo el poncho’; el gobernador Villafañe que creía que su hija le avisaba que los montoneros lo buscaba, tal era lo inminente de la caída de la plaza, le contestó, textual: ‘qué ami me buscan?’. A lo que le replicó su hija: ‘no tatita, que se ponga bien, que le está pareciendo el poncho’.” Relación de mi señora madre que se encontró ahí cuando el sitio y lo oyó. (…) Francisco Granillo hablando del sitio contó el episodio ese del gobernador Villafañe con las mismas palabras que expreso me lo había contado mi señora madre; don Pancho Granillo era niño, ‘muchachón’ cuando el sitio tiene un cuñado Florentino Villafañe, que es hijo del gobernador Villafañe; además un nieto de éste el Dr. Florentino Villafañe, me refirió que ha oído decir que a su abuelo lo tuvieron escondido detrás de un santo, sin duda por relato de su señor padre, don Florentino. Y agrega César Reyes:
Tratándose de asuntos históricos –sobre todo- es necesario decir la verdad. Respecto de los de mi familia –por lo Vallejo, que por lo Reyes son porteños, vino mi padre recién en 1868, después del sitio,- tengo conocimiento a mi tío abuelo don Aurelio Vallejo lo tenían escondido mis tías abuelas; los otros dos hombres que habían, Severo y Gamaliel (hermanos de mi madre) eran niños cuando el sitio. El Dr. Benigno Vallejo, residía en Tucumán. Mi abuelo don Severo Vallejo, murió años antes del sitio.”
Hay otros testimonios que cita Reyes como una carta del 27 de enero de 1875 de Rosario H. de Herrera a su padre, Marcelino Reyes en relación al juzgamiento del general Arredondo por un Consejo de Guerra. Y dice: “Según me informa la anciana señora Teodosia F. de Vera (viuda del coronel Ricardo Vera, el que lo tomó prisionero al Chacho), la señora Rosario H. de Herrera, ‘fue una de las damas riojanas que más ascendiente tenía en la política’. Esta señora fue abuela del doctor Pelagio B. Luna, Jefe del radicalismo aquí.”
La versión oficial del Sitio está documentada en la comunicación del gobernador al General Wenceslao Paunero quien estaba al frente del Ejército Nacional en la campaña contra el Chacho. Dice así:
“El gobierno de la provincia –Rioja, junio 2 de 1862 – Al señor Gral. Don Wenceslao Paunero, Comandante el jefe del 1r. cuerpo del ejército de Buenos Aires.
El gobierno de la provincia se hace el honor de transmitir al conocimiento de V.E. que en la madrugada del día 28 del pasado, la montonera de Carlos Angel y de Juan Gregorio Puebla, al frente de 600 hombres de caballería y 35 infantes, asaltó a esta capital y la sugetó a un riguroso sitio. La guarnición con que contaba el gobierno para salvar su honor, la libertad del pueblo la soberanía local, no constaba más que de una compañía del 6 de línea y 30 guardias nacionales, fuera de 20 lanceros y tiradores y la escolta del Comandante Gral. De armas de esta provincia. El señor Teniente Coronel Arredondo, con los oficiales Morillo y Bernal que tenía a sus ordenes en esa sazón, demostráronse muy dignos de la causa a que pertenecen, pues continuamente batían al enemigo en sus aventajadas posiciones hasta obligarlo a desocuparlas.
Sin un jefe de la plaza, con motivo de la herida del señor Comandante Arredondo, el mando en jefe se confió al señor Comandante Gral. De Armas, Coronel don Tristán Dávila, quien con el sereno teniente Bernal, teniendo en una mano sus espadas y en la otra sus revólveres, rechazaron en la esquina Norte de la Plaza, el empuje de más de cien hombres que se habían apoderado ya de las trincheras. Este golpe del enemigo dio fin a un combate que duraba ya cuatro horas y cuarto sin que en un solo segundo se hubieran dejado de romper más de veinte cartuchos por nuestra parte.
Demostrado una vez al enemigo la firmeza de los defensores de la plaza, no tuvo más que hacer por el momento que seguir hostilizando como al principio la población, hasta el día 5 en que preparaba para una segundo ataque, talvez más recio que el del día dos, tuvo conocimiento que el Mayor don Julio Campos, regresaba de Catamarca con la 2ª compañía del 6 de Línea, a donde había por solicitud de aquel gobierno a contener una sublevación: se dispuso el enemigo a salir a su encuentro con toda su caballería e infantería, rodeándola y empeñándose un combate tenaz que dio por resultado el más completo triunfo para las armas de la libertad, quedando en el campo más de 30 cadáveres del enemigo y llevándose más de 25 heridos. El bagaje y cabalgadura de la compañía fue tomado por el enemigo, y tuvo que entrar el puñado de valientes cazadores, a esta capital, batiendo fuego y abriendo campo en medio del enemigo. La pérdida de la compañía en esta gloriosa jornada es de un soldado muerto y otro herido.
Desde el día 29 que tuvieron lugar algunas guerrillas parciales, siempre favorable a nuestra causa, el enemigo estableció un sitio riguroso hasta privar a la población y la fuerza sitiada, del agua y demás artículos de consumo.
Siempre hostilizados por la fuerza de línea y por el resto de la guardia nacional y caballería, perdiendo diariamente algunos muertos y heridos, el día dos del corriente atacó con la fuerza y la desesperación que no eran de esperarse, por los fondos de las manzanas, por las esquinas de la plaza a donde habían logrado introducirse demoliendo las murallas y echando las puertas de las casas, y por todas las boca calles, apostando su infantería y más de 300 tiradores a diez, y cuatro pasos de las trincheras y cantones, donde estaban nuestros soldados. No obstante el crecido número del enemigo, por todas partes fue derrotado dejando sembrados las calles y los fondos de las manzanas de cadáveres y heridos. (Hay exageración en el número de muertos y heridos en este informe, dice Reyes)
El Comandante Arredondo, tres días antes había sido herido en el brazo izquierdo en circunstancias que con la mitad de la compañía batía a los montoneros con un denuedo y bizarría admirables. Este valiente Gefe sigue un tanto mejor. El Ayudante Morillo que sostenía un vivísimo fuego en el ataque del 2, en una de las trincheras del Sud de la plaza, haciendo frente con 12 soldados y algunos lanceros a más de cien hombres, recibiendo una tempestad de balas, piedras y cascotes, y cuando ya los montoneros se disponían a abandonar el campo, una bala arrojada del fondo de la manzana le atravesó el muslo izquierdo. Esta herida no es de gravedad.
Dios guarde a V.S. – Domingo A. Villafañe – Tomás M. Santana- O.M.”
César Reyes no hace aquí un análisis histórico sobre las razones del Sitio. Escrito en 1916 Reyes mantuvo muchos de sus preconceptos de clase para juzgar al Chacho Peñaloza y los trabajos históricos que escribió en sus largos años de “exilio” voluntario en Rosario hasta su muerte, lamentablemente se perdieron aquellos revelados por Cáceres Freire en su libro “César Reyes”, pero hay material aún en el Archivo Histórico de la Nación y en otros como la Revista de Historia, Derecho y Letras para investigar.
De acuerdo al informe final del gobernador, en determinado momento los sitiadores habrían intentado tomar la plaza. De haber avanzado venciendo la resistencia de los cantones de las esquinas de la Plaza de la ciudad, el enfrentamiento habría provocado innumerables víctimas particularmente entre las montoneras, debido al poder de fuego que tenían las Guardias Nacionales y las compañías de Línea.
Había pasado menos de un año de Pavón. Peñaloza había creído que la Confederación había triunfado. Le escribe a Urquiza: “no es posible describir la satisfacción que me ha causado la noticia del triunfo que han alcanzado las armas nacionales contra los enemigos del orden y la tranquilidad de los pueblos. Dirijo a usted mis más cordiales felicitaciones por el gran triunfo que acaba de alcanzar la causa de la nacionalidad, y en la persona de Vuestra Excelencia felicito a la Nación misma”, (Guaja, 11 de octubre de 1861) –Miño.
Leemos en Miño: “Guayama no se resolvía a atacar, limitándose a esperar los emisarios del general Peñaloza para recién dar el golpe definitivo” (Mercado). En esos días, precisamente, Peñaloza está debatiendo el tratado de La Banderita. Cuando se firma, los montoneros levantan el asedio a La Rioja.”
(Leer en Crónica Vª parte Pavón )