Biblioteca Marcelino Reyes

Cómo olvidarte si llenaste mi infancia de aventuras y de sueños.

 

Sobre la mesa, un mundo de fantasías enriquecía nuestras tardes.

La  Sombra, Tarzán, el Llanero Solitario, los tres Mosqueteros y el indio Patoruzú, fueron nuestros héroes cotidianos en los días felices de mi niñez.

Nos asomamos a la risa con las primeras fotos de Carlitos Chaplin, y a  la envidiable gloria de nuestros ídolos deportivos.

Sin darnos cuenta, el Titbis, el Billiken, D'artagnan y el Gráfico fueron la puerta abierta

al descubrimiento de selvas, ríos fantásticos, bosques y territorios de hazañas y aventuras.

Y nos asombró el Africa profunda en el imaginario de las minas del Rey Salomón.

Sin darme cuenta comencé a descubrir los difíciles laberintos de la historia, al abrir aquel libro, dejado como al descuido, por la Tía Ema.

Bajo su rigurosa mirada, aprendí en aquellas tardes a querer la lectura que nos abría la mente a la reflexión y el primer conocimiento de mundos tan lejanos a nuestros simples y felices juegos de nuestra infancia.

Muchos años después recién comprendimos que bajo aquella mirada adusta, guardaba un enorme corazón hacia  los niños y la infancia, más allá de su obra sarmientina.

Gracias tía Ema, porque si la Escuela me daba el sustento elemental, tu biblioteca iluminaba mi espíritu;  me enseñó a amar la lectura y enriqueció nuestras vidas.

Y casi sin darme cuenta, aprendí a balbucear la palabra ciencia, que nos alejaba de la metafísica de los infiernos.

Y el Avanti de Almafuerte me grabó aquello de "no te des por vencido ni aún vencido".

Tu biblioteca, humilde y provinciana, está todavía hoy, entre los recuerdos más felices de mi infancia.

La calle del hogar paterno y de largas jornadas de pelota de trapo, fue otra, desde que entramos, pequeños, a la primera sala de la Biblioteca Marcelino Reyes.

 

Buenos Aires, Noviembre de 2008.

Carlos Ceballos Reyes

"Tito"